domingo, 20 de noviembre de 2011

Mis adorables vecinos


El viernes bajé al apartamento a terminar de embalar los últimos muebles que quedaban por allí. Me he quedado con pocas cosas. Solamente con la cama, el sofá, dos sillones y una mesa para que apoyéis los gin tonics cuando vengáis a verme.

Según mi querido padre, la casa estaba para entrar a vivir y no entiende que no quiera quedarme con determinadas cosas. Efectivamente, la casa está para entrar a vivir si formas parte de la familia Alcántara, pero si eres más de Sexo en Nueva York, como yo, había que hacer limpieza urgente. 

Al principio, mi madre se empeñó en llevarlo todo al pueblo y con todo, me refiero a la cómoda y las mesillas de la habitación, un mueblecito que había en la entrada, y la joya de la corona, el Cristiano Ronaldo de los muebles de la casa, el mueble del salón. El mueble del salón no era feo, era antiguo, y la verdad, estaba muy bien conservado, pero… Pues ese “pero” me ha costado muchos disgustos. A veces, una madre no entiende que no tener sitio donde meter los manteles no es un problema, es un reto. Al final, la hicimos recapacitar y a veces, deshacerte de las cosas que te evocan recuerdos dolorosos es la mejor forma de tirar hacia delante y más si puedes ayudar a otros. Las mesillas, la cómoda, las puertas y el Messi del hogar han ido a parar a una asociación que se dedica a rehabilitar a gente que tiene problemas con la droga. Tienen una tienda de productos de segunda mano donde venden todo lo que les donan. Los propios trabajadores son ex drogadictos. Mejor que unos muebles antiguos sirvan de alimento para la esperanza y el futuro de algunas personas que de comida para las termitas. 

Cuando estábamos esperando el ascensor, reparamos en un cartel de Gas Natural en el que informaba a los vecinos de que por una fuga habían tenido que cortar el suministro. Queridas tuberías del gas, me gustaría aclarar una cosita, si esto tiene que volar por los aires, cosa que Dios ni la Santísima Virgen de la caldera de la Llama azul permitan, que sea ahora, no cuando me haya gastado todo mi (escaso) capital en la obra. Vamos a llevarnos bien y a respetarnos que esto acaba de empezar. Para más INRI, soy la presidenta, la señora Cuesta de esta mi comunidad. 

Nada más entrar en casa, oímos como varios de mis vecinos me improvisaban una junta en el descansillo, así que no tuve más remedio que salir a informarme. Allí estaban mi vecino de al lado, 1ºC, la presidenta saliente, 2ºA y otra vecina que nunca está y que me dio su móvil por si necesitaba algo, 3ºA. Por lo visto, el vecino del 1ºC ya había llamado al administrador y hasta el lunes nada de gas. Sin gas no hay calefacción ni agua caliente ni, en muchos casos, cocina. Me les imaginé cenando en familia con el abrigo puesto y casi me da la risa. Soy así. A veces me cuesta mantener la compostura. Aparentemente, no me guardan ningún tipo de rencor por no haberme ocupado. Aproveché la ocasión para informarles de que el miércoles empezaba mi obra. A todos les pareció bien. Qué remedio, por otro lado. 

Hoy, cuando hemos bajado a terminar de recoger, el vecino del 3ºC me había pasado un papelito debajo de la puerta en el que me pedía que convocara una junta urgente para cambiar el administrador por no haber solucionado en condiciones la crisis del petróleo, digo del gas. No sé si poner un cartel en el portal o asomarme a la ventana y dar una voz tipo Radio Patio.  ¿Qué pensais?

domingo, 13 de noviembre de 2011

Miedo


Cuenta la leyenda que una vez una adicta a los zapatos caminó horas y horas por un camino de baldosas amarillas acompañada de un león, un hombre de hojalata y un espantapájaros. Iban a Oz a pedirle cosas a un tal Mago que había por allí. Era un mago de verdad, tipo David Copperfield. Por cierto, David Copperfield siempre me ha dado mucha pena. Currándoselo toda la vida, llenando teatros, volando como Campanilla, regalando ilusión como el calvo de la Lotería para que venga un tonto con la cara tapada y le reviente los trucos en Antena 3. Donde hemos llegado. Volviendo al tema, ya sabéis que soy de fácil despiste, cada uno iba a ver al mago por una razón, cada uno tenía una petición: un cerebro, un corazón y coraje. La verdad es que de lo que quería la chica, no me acuerdo. Vergüenza me tenía que dar, si, pero es que no me acuerdo. Supongo que un número  más de escarpines colorados. 

He de confesar que cerebro y corazón ya tengo pero de coraje, como de dinero, ando escasa. Como ya confesé públicamente en uno de los primeros post, soy un poco miedosa. Todo el mundo me dice, no, no tengas miedo, adelante, bla bla bla, pero eso esas cosas son como los padres, no que sean los reyes, sino que no se eligen. 

El martes en la oficina recibí un correo de Carlos, mi reformista. Si me seguís, que espero que sí, aprovecho para saludar a Belén y a Gema, sabréis quién es. El correo solo decía: la semana que viene llega el material de tu obra, a la siguiente empezamos, el día 21. Miedo, sentí miedo, miedo del de verdad. Miedo del bueno. Esto ya no hay quién lo pare. Menudo follón. La verdad es que mi miedo es a que algo salga mal, a haberme equivocado eligiendo azulejos, miedo a que  mi padre discuta con los obreros y me dejen el piso empantanado, miedo a haberme pasado de presupuesto. Aprovecho la ocasión para formular una petición: queridos lectores, si me querei irsen… a por el monedero para colaborar con mi causa.

La secuencia de los hechos fue la siguiente: mandar callar al becario, es lo único que le puedo mandar, estaba cantando una de Juan Pardo, para poder pensar con claridad y después de unos momentos de reflexión, coger la botella de agua y acercarme al sitio de Leticia. Leticia y yo vamos a por agua cada vez que tenemos algo que decirnos, o para comentar un cotilleo, o cuando nos apetece perder un poco el tiempo. Hay días que nos bebemos varios litros. He de confesar que a veces me bebo la botella de un tirón solo por juntarnos dos minutos. Hay cosas que se dicen mejor junto a la fuente de agua que por correo electrónico. 

A la vuelta, con la botella llena y la mente más clara, el miedo era residual. Todo porque Leti me dijo que me envidiaba un poco. Ya sabéis como somos las personas. Un día, vas a trabajar con una blusa que no te convence, alguien te dice que es bonita y ya la miras con otros ojos. 

Deseadme suerte, porque la voy a necesitar y deseadme paciencia que la voy a necesitar aún más. Para vuestra tranquilidad,  os diré que después de mucho pensar y de mirar el presupuesto firmado, que ya no soy el león que iba a Oz a buscar valor, ahora soy el león de la Metro Goldwyn Mayer. Arrrrrrrrrrrggggg o lo que sea que haga ese león. Os iré contando...

domingo, 30 de octubre de 2011

Carlos

Carlos no vino en un barco de nombre extranjero ni le encontré en el puerto un amanecer cuando el blanco faro sobre los veleros su beso de plata dejaba caer. Vino en coche, que por cierto, le rayaron aparcado delante de mi casa. Carlos es el nombre del hombre que me va a hacer la reforma y el cual estoy a punto de tatuarme, no sé muy bien donde aún, porque  los tatus son para toda la vida y hay que pensarse muy bien el sitio. Imaginad que como Melanie, me lo tatúo en el brazo. No quiero ni pensar el número de explicaciones a mis futuros amantes, novios, maridos, etc. Porque tatuarse el nombre de un lover, a lo Johnny Deep con Winona vale, pero… “Cariño, ¿quién es Carlos? Es mi reformista. Si me empiezas mintiendo… “ 

Como ya sabéis, mi apartamento no llega a los 50 metros cuadrados. Carlos estuvo en mi casa tres horas. Un misterio aún sin respuesta. Lo miró todo y cuando digo todo, es todo. Descubrió rincones inhóspitos de mi hogar como lo que se esconde detrás de la campana: fauna y flora, los diminutos que nadie sabe donde están, yo sí, detrás de mi rodapié, y también resolvió el misterio de las paredes negras del salón.  Ni Iker Jiménez, con su nave del misterio, había logrado solucionarlo. No es que nosotros seamos una familia guarruzca que no pinta nunca y que tiene las paredes color sobaco de grillo, es que tenemos una rejilla abierta que da a la cámara de aire que conecta directamente con la junta del cigüeñal del alerón trasero que hace que toda la polución se nos cuele por la fachada y nos ponga las paredes negras. Hombre, por favor, esto hay que solucionarlo. ¿Cómo hemos podido vivir así durante tanto tiempo? 

Carlos me dijo las verdades a la cara: que mis paredes de pladur no van a aguantar el peso de los muebles que quiero colgar en el salón, que tengo que bajar los techos para poder poner las luces tal y como me gustan, que el reformista número uno me quería cobrar por conceptos que no proceden…  Una cosa es que pague por un café con leche cuatro euros en Starbucks, que lo hago conscientemente y otra que me guste que me engañen sin enterarme. 

Después de tres horas mirando allí y allá, midiendo, apuntando, bebiendo una coca cola rancia que tenía mi hermana en la nevera, tanteando paredes, golpeando suelos, haciendo cuentas y riéndome las gracias, que para eso le voy a contratar, Carlos se fue. 

La vida siguió su curso y un buen día llegó el presupuesto. Bastante ajustado pero por encima de mis posibilidades. En momentos como este, cuando sabes que el precio es justo pero no te llega, reparas en los pares de zapatos que acumulas en el armario, en la colección de bolsos, en los viajes, las cenas, los taxis… pero… te arrepientes? No!! A veces, la inconsciencia es muy sana y evita muchos remordimientos.

Ya le he dicho a Carlos que sí, quiero. Sí, quiero alisar las paredes y pintarlas de colores. Sí, quiero pulir el suelo. Sí, quiero plato de ducha de pizarra. Sí, quiero puertas blancas. Y sí, quiero que todos vengáis a verlo cuando lo termine, pero si venís en verano, traeros abanico porque de lo hemos tenido que prescindir es del aire acondicionado. No os preocupeis que seguro que alguna coca cola rancia me queda en la nevera para ofreceros.


martes, 16 de agosto de 2011

Salir del armario

Hoy quiero confesar que estoy enamorada por matar los rumores de aquella esquina ... Ah, no! Yo lo quiero confesar es que soy desordenada y que tiro los zapatos en cada esquina... Por eso, cuando empecé a planificar el dormitorio, pensé en poner una cómoda enorme y un zapatero para tenerlo todo ordenado. Ja ja ja. A más espacio, más acumulación. A más acumulación, más desorden. A más desorden, más castigos. Esta es, queridos amigos, la espiral de mi vida. A la que te descuidas, te has metido en un círculo vicioso de padre (sobre todo el mio, maniático del orden ) y muy señor mio.

Mi habitación actual, en sus orígenes tenía un mini armario. Tan pequeño, tan pequeño que no podía ni tenerlo desordenado. Después de unos meses de tormento a mi querido progenitor, fuimos a Ikea. Un armario. Dos horas para subirlo en el coche. Tres cuerpos. Cuatro personas para sacarlo. Cinco baldas. Seis horas para montarlo. Siete minutos para llenarlo. Ocho segundos para desordenarlo. El ciclo del desorden. Nants ingonyama bagithi baba. La única diferencia es que en vez de levantar a Simba, levanté un par de zapatos de Zara. Igual que en la peli, un rayo de sol, los iluminó por la ventana pero mi familia en vez de arrodillarse como en El rey león, me miraron con cara rara y se marcharon.

Mi casa nueva solo tiene un armario de tres cuerpos y es de color haya. O eso creo. Igual es de color pino u otro árbol de similares características. No domino mucho la carta cromática de maderas. El problema es que con el color que voy a poner en la pared y el color blanco de las puertas no me pega.Ya tenemos el lío formado.

La semana pasada vino el carpintero a darme presupuesto para cambiar las puertas y "vestirlo por dentro" a la intempestiva hora de las 10 de la mañana. Se me olvidó avisar a mi hermana, que como ya sabéis está allí afincada. Para colmo, tenía visita. Una amiga suya de Cáceres, que más que persona es un personaje. Bajé con unos churritos y allí estaban, dormidas como marmotas. Mi hermana no se acordó de mi madre porque compartimos progenitora pero estoy segura de que Gema si. Como pude, las arrastré al sofá, les puse un café y esperamos juntitas a la llegada del ebanista.

Antonio es un carpintero de toda la vida. Estuvo midiendo, dando golpecitos, apuntando en su libreta de cuadros. Antonio es un hombre sincero de donde crece la palma y me dio la solución para mi puerta de la cocina. Merece un post entero.

Hoy, ha venido Antonio a darme el presupuesto del armario. Por supuesto, hecho a mano y con letra antigua. Antonio me ha clavado en el alma una estaca a lo "Crepúsculo" que  me ha dejado muerta, tallada, eso sí, que que para eso es ebanista. 1500 euros, la broma. El presupuesto incluye puertas y el vestido, que por el precio debe ser de Armani o Dior. Lo peor es que comparado con el otro presupuesto es hasta barato. Por ese precio me tiene que hacer una cama y ya me quedo a vivir allí, dentro del armario. Así que otra vez, dilema como con la dichosa puerta de la cocina. ¿Lo dejo como está y lo pinto yo misma con mi hermana del alma Blanca? ¿Me gasto la pasta? ¿Cojo el dinero y corro? No sé... ¿Vosotros que pensáis?

Este post se lo quiero dedicar a todas las personas que viven dentro de un armario. Voluntaria o involuntariamente. Dadle una patada a la puerta y todos para fuera que por 1500 euros, yo me comprometo a repararlas todas. Aunque no pueda poner ni un cuadro y le tenga que dar todo mi presupuesto a Antonio, el carpintero.

jueves, 4 de agosto de 2011

El casetón

He de confesar que empiezo este post con incertidumbre y con mariposillas en el estómago por culpa de una duda que me corroe por dentro. Ya me gustaría a mi que me corroiera por fuera, exactamente por la parte de las cartucheras. Pero no. Es por dentro...

Esta tarde ha venido el segundo reformista a ver mi humilde morada. En esta ocasión me acompañaba mi más querída follower, Belén G. Habíamos quedado para comer y tratar temas de extrema complejidad, por ejemplo cómo llevar una camiseta de flecos para ir a un festival de música indie sin que parezca que te la ha traido tu madre de Benidorm o por qué no se había puesto sujetador Rosa Benito para ir la fiesta de Supervivientes. Son asuntos de alta cualificación que nos gusta tratar a nosotras a la hora de la comida en entornos con glamour y sitios galardonados con varias estrellas michelin como Vips.

A la hora fijada, esta vez sí, ha llegado puntual el segundo reformista. La primera en la frente. ¿Esto es parquet, no? Hay que acuchillarlo pero no como la última vez. La última vez te lo hicieron fatal, ¿hace cuánto fue? Que yo recuerde en la vida... Ah, que venía así de fábrica, vale, vale... La segunda en el pecho. La instalación eléctrica... ¿cómo la tienes? A ver... (abriendo la puertecita donde están los fusibles), hombre, esto está bastante bien, se ve que la toma es de tierra y que la junta de la trócola está correctamente instalada. ¿Lo veis? ¿Cuánto tienes contratado? ¿Dos mil? ¿Tres mil? Si quieres, te sacamos una toma para el horno y para la vitro... es que si no te la sacamos, esto te puede hacer una derivación de tipo 3 con carácter retroactivo y consecuencias fatales. Tu no te preocupes que yo llamo a mi electricista de confianza para que le eche un vistazo. ¿Os habéis enterado de algo? Pues yo tampoco. Que levante la mano quién sepa la potencia que tiene contratada en su casa y también quién sepa si su toma es de tierra, de mar o de aire. Nos os preocupéis que os mandamos a nuestro electricista de confianza para que le eche un vistazo.

A todo esto, ya habíamos terminado con el baño. Ponle unos cubreesquinas de aluminio a las mochetas que queda superfino y elegante. Yo pondría dos paredes oscuras y no solo la de la ducha. Si, si, quita el bidé que es de monjas. No te recomiendo la pintura en el baño, se levanta muy rápido. Belén, ¿tu qué opinas? Tu, Belén, ¿qué opinas?, ¿qué opinas?, Belén. Le hemos tenido que aclarar al señor que la que iba a vivir era yo y que Belén y su apreciada opinión iban a venir de visita, a pasar un fin de semana, a un maratón intensivo de Sexo en Nueva York o en su defecto, de Alaska y Mario.

El gran momento de la tarde, el que todos estáis esperando, lo que no podía faltar, ha venido al final. Por supuesto, me estoy refiriendo a la puerta de la cocina. Si tengo que nombrar ahora el blog,  lo llamaría sin dudar "La puerta de la cocina, ¿mal necesario?. Vamos a dejar de medir la economía mundial por lo que cuesta el barril de petróleo. Tomemos como índice de referencia el precio de las puertas de la cocina. Es un bien mucho más estable y por lo visto imprescindible. Sin puerta de la cocina no se puede vivir. El reformista ha entrado, ha salido, ha tomado nota, nos ha mirado a las dos. A Belén más. Se ve que ha visto que su opinión es más cualificada que la mía. Por favor, exponme tu deseo. Yo que no sé decir que no, se lo he expuesto, dos paneles fijos y dos móviles. En ese momento exacto, me ha dicho el vocablo que cambiará mi vida y la de todos los estadounidenses: casetón. Yo que tu, pondría la puerta en casetón. El lo ha intentado. Yo lo he intentado. Ninguno de los dos ha comprendido al otro. El no ha entendido mi propuesta de paneles fijos y yo aún sigo sin saber que es un casetón. De hecho, no estoy segura de que el sistema que me ha dicho se llame así, por casetones. Google no me acalara nada y Belén tampoco se acuerda. De todas formas, no os preocupéis, ha dicho que me mandará a su carpintero de confianza pero si alguien sabe como va ese sistema que me lo cuente... bueno, que nos lo cuente, que Belén ya me ha pedido copia de las llaves.

miércoles, 27 de julio de 2011

New York, New York o la puerta de la cocina

No sé si sabéis que hace dos años estuve en Nueva York. Supongo que si porque aprovecho cualquier ocasión para contarlo. Hola, qué tal, ¿cómo te llamas? Y qué mas da como me llamo, ¿sabes que he estado en Nueva York? Le doy tanta importancia a este viaje porque  me lo pasé realmente bien. Subí dos veces al Empire State, me compré una corona de gomaespuma como la de la Estatua de la Libertad, pasé un día de compras derrochando dólares, incluso me compré un chandal, aún no sé por qué, me cegaron los neones, supongo; asistí a una representación de El fantasma de la ópera, enterarme ya es otro cantar, entre que no veo de lejos y no hablo inglés...; visité el exterior de la casa de Carrie Bradshaw, me echaron de las Naciones Unidas, lo típico... Me vine con la maleta llena de ropa y el corazón convertido en manzana. Todo por el módico precio de 2.000 euros. ¿Es mucho o es poco?

Esta mañana he recibido el primer presupuesto para mi reforma. No olvidéis que este es un blog que trata sobre una reforma, lo que pasa es que mi ego es tan grande que aprovecho cada post para hablar de mi persona. Jeje. Espero que sepáis perdonarme. Ha sido un momento crucial en mi vida el de recibir ese correo. He llamado a Leticia para que me acompañara en el trance y amablemente me ha puesto la mano en el hombro mientras abría el adjunto.

La primera palabra que me ha venido a la mente no es reproducible en este espacio tan fino y lleno de glamour pero os la podéis imaginar. La cifra se aleja bastante de lo que tenía pensado gastarme... en total, no solo en la reforma. Una vez pasado el susto inicial de ver la cifra riendóse desde el pdf, hemos abierto otro archivo donde venía desgranada partida por partida el precio de cada cosa. Señores, que complejidad técnica, cito textualmente: "Alicatado de azulejo en cocina y baño enfoscado, hidrófugo para preparado de paramento, piezas especiales, ejecución en ingletes, rejuntado con lechada de cemento blanco y recibido con cemento cola: 1.400 euros". Por mi, como si lo reciben con flores que es más romántico... ¿Pero esto qué quiere decir? ¿Qué es una ejecución en ingletes, Dios mío? Así, 10 hojas de presupuesto... Lo único que he visto claro, pero claro de verdad, son las cifras. Y lo que he visto claro, pero claro claro, es que se sale de mi presupuesto.

He de confesar que el momento en el que más cerca he estado de llorar ha sido cuando he visto el precio de la puerta corredera de la cocina. Señoras y caballeros, niños y niñas, redoble de tambores... El precio justo es... 1.820 euros, IVA no incluido, claro. Sí, la puerta de la cocina. Si, de la cocina que mide tres metros cuadrados. No, no es de oro. No, no lleva incrustaciones de diamantes ni piedras preciosas ni fue la última puerta que cerró Marilyn antes de morir ni está hecha de la misma madera que la Santa Cruz. Es una puerta corredera empotrada para la cocina. Ya está. El viaje a Nueva York ha pasado por delante de mis ojos. Entero. Desde que puse un pie en Barajas hasta que me tuve que sentar encima de la maleta en el JFK para poder cerrarla.

Moralmente no puedo gastarme 2.000 euros en la puerta de la cocina. Nunca he estado en Las Vegas, ni en Australia, ni en Buenos Aries, ni en Horcajo de Santiago, provincia de Cuenca. Con estas circunstancias vitales, ¿cómo voy a gastarme 2.000 euros en la puerta de la cocina?

Múltiples dilemas me asaltan... no sé si coger 2.000 euros del presupuesto e irme a Nueva York a pensármelo y a relajarme o seguir descifrando el galimatías... Si os digo lo qué me cuesta cambiar los rodapiés os venís todos conmigo a darme apoyo moral.

domingo, 17 de julio de 2011

Quedarse en blanco

Nunca antes me había enfrentado al "folio" en blanco con esta incertidumbre. Lo que no se es que tono de blanco tiene mi pantalla. Blanco nuclear. Blanco roto. Banco cáscara de huevo. Blanco nácar. Blanco hielo. Blanco tiza. Blanco hueso. A Tomás Alía pongo por testigo que no me he inventado ni una sola tonalidad.

Ahora que me planteo cómo decorar mi apartamentito, me posee el espíritu de los Panchos y me entra la duda. Mi casa es pequeña. Solo tiene 55 metros cuadrados, divididos en el salón, la mini-mini cocina, un dormitorio, el baño y un pequeño recibidor.

Cuando me plantee la reforma, tenía claros los colores que quería, tanto para las paredes y alicatados como para los muebles pero después de una reunión de urgencia con mi amiga Lorena, que está pensando en pintar su casa, me ha poseído el espíritu de los Panchos y me ha entrado la duda.

En un principio, había pensado en pintar la habitación de color azul empolvado como este que aparece pinchando en el enlace y poner unos muebles sencillos en color blanco. Cuando digo sencillos, quiero decir Ikea. Me encanta la línea Hemnes, sobre todo el tocador. La cama no me enloquece demasiado, por lo que la terminaré cambiando por otra que no tenga pie.

El salón es otra historia. Me apetece decorarlo en rojo, gris y blanco. Había previsto pintar una de las paredes en rojo pero me parece que como dicen en un capítulo de mi serie favorita Sexo en Nueva York, es una idea buena sobre el papel pero que en la práctica no obtiene tan buenos resultados. He visto muchas fotos y la verdad es que creo que terminaría cansándome.

Este mismo problema se planteaba Lorena con el morado, lila o violeta que quería poner en su salón.  A la luz del medio día, muy fashion, pero al caer la tarde, ay amiga, ¿y si tu preciosa sala de estar de repente parece un burdel? No es que nosotras hayamos estado en muchos, de hecho concluímos que no habíamos estado en ninguno. Nunca hemos cerrado tratos importantes, ni no importantes, con ejecutivos nacionales ni internaciones y nos hemos visto en la tesitura de tener que acudir pero es así como nos lo imaginamos. Estar en tu salón, cenando tu tortilla a la francesa, viendo la tele y pensando que estás en un prostíbulo, no tiene que ser nada inspirador. O sí... Cambias la tortilla por el gin tonic y todo por la patria. Un día y otro día. El único inconvenientes es que corres el riesgo de convertirte en Charlie Sheen por una mala elección de colores.

Al final, creo que me quedaré en blanco, por lo menos para las paredes del salón. Cómo tengo pensado poner los muebles, para el próximo post.

Perdonadme los lectores masculinos por el tema de las tonalidades,  pero creo que "Este no es post para hombres".